Este post lo he hecho en colaboración con Román Pérez de www.nutrilyme.com, es una llamada a la reflexión sobre la nutrición que le damos a los niños y la importancia que tiene la familia a la hora de alimentar a los más pequeños.
Vamos a empezar por preguntarnos: ¿Qué tipo de comidas son ideales para los niños? ¿Existe realmente la comida de niños?.
Si echamos un vistazo a diferentes culturas, vemos que por ejemplo, los niños japoneses pueden comer soja fermentada con salmón para el desayuno o a los niños inuits, que les encantan la grasa de ballena y ojos de pescado. Por lo tanto, la forma de alimentación de los niños está muy ligada a la cultura, a lo que nos enseñan nuestros padres y lo que nosotros como padres enseñamos y/o mostramos a nuestros hijos.
“Todo se entrena, hasta el paladar”.
Desgraciadamente tras la globalización se ha perdido esa parte cultural y prácticamente la totalidad del mundo desayuna, almuerza y cena lo que nos han enseñado las grandes industrias y no lo que nuestros antepasados ni nuestras tierras y mares nos daría.
La comida infantil sólo existe en el pasillo del supermercado, los niños van a comer siempre lo que le enseñemos y el ejemplo que le demos. Ellos siempre se adaptarán a todas las condiciones y vivirán igual de felices, incluso más al estar más saludables.
Los niños no tienen un paladar especial ni preferencias, sólo lo que les guste (según el niño) y lo que necesiten en ese momento (ellos lo saben mejor que nosotros, ¡escuchadlos!) pero sí que tendrán algunas necesidades nutricionales diferentes a los adultos principalmente por dos cosas:
-Mayor flexibilidad metabólica (mejor utilización de carbohidratos y grasas como fuente de energía) que nosotros.
-Necesidades especiales nutricionales debido al crecimiento y un gasto calórico aumentado.
Dado su flexibilidad metabólica, sus células asimilarán los carbohidratos y la grasa derivada mucho mejor que un adulto. También sus cuerpos son más pequeños y su gasto calórico es mayor y hace que se puedan permitir más carbohidratos y calorías, sin necesidad de llevar dietas tan restrictivas como en el caso de un adulto.
¿Quiere decir esto que pueden comer pasta, pan y pizza a diario?
No, los niños de hoy en día están rodeados de carbohidratos simples y están con demasiada frecuencia, presentes en su dieta. Los tienen al alcance de la mano en el colegio, comidas rápidas, cumpleaños, celebraciones familiares, amigos que les dan chucherías… La mayoría de la gente que nos rodea intentan suplir sus palabras o su afecto hacia nuestros hijos en forma de comida vacía. De ahí a que ya empiecen de pequeños a tener una relación de amor y odio con la “comida”.
Y es que los niños al igual que los adultos, tienen que incluir en su alimentación carbohidratos complejos como fuente de vitaminas, fibra y minerales. No es lo mismo comer un pastelito o una tostada de pan con mermelada que son carbohidratos simples y nos aportan 0 energía y 100% azúcar que unas frutas con un yogur de cabra que aportan una energía sostenida al tardar más tiempo en digerirse además de fibra y nutrientes complejos.
Siempre la mejor solución en un mundo ciego, es a través de la información, darle tus mejores palabras de apoyo a tus hijos explicándole todo abiertamente, hará que abran sus ojos.
Al igual que no existen comidas de niños, tampoco hablar de ello debería de ser un tabú para los niños, ellos pueden entender incluso mejor que un adulto y de una forma natural.
Las barreras, limitaciones, tabúes y miedos están en nuestra cabeza. Privándoles de esa información, les estamos haciendo el camino más difícil a nuestros peques inconscientemente, y mientras antes empecemos, más fácil y llevadero será el camino.
Para ofrecer a nuestros hijos la mejor alimentación, tenemos que tener la mejor información en nuestras manos y aprender como padres. Porque el cambio en el estilo de vida de tu hijo, empieza por ti como padre/madre, haz que esa nueva vida contagie a todo el entorno familiar para ofrecerles una vida más saludable y feliz.
Por norma general Carmen y yo Román, recomendamos reducir o eliminar los azúcares de la dieta de tu hijo, teniendo en cuenta que este azúcar se encuentra de forma oculta en muchos “alimentos” bajo nombres como dextrosa, maltosa, sucralosa, jarabe/sirope de maíz, fructosa, maltodrextina, etc.
Zumos de fruta, refrescos y los yogures azucarados así como salsas y comidas precocinadas tienen todo lo que tu hijo NO necesita. Tu hijo necesita comida real, o sea la comida que puedas encontrar en el mercado y que cocines tú en casa.
¿Tengo hambre mamá/papá?
Las frutas nos sacan de apuros pero NO los zumos comerciales, ni compotas de bote (aún así en la publicidad ponga que tiene vitaminas añadidas o cualquier otro reclamo de marketing). La mayoría de esos productos ya han cocinado esas frutas y han perdido todas sus vitaminas. Nos ofrecen solamente calorías vacías en forma de azúcar.
Un zumo natural hecho en casa con zanahorias y naranja siempre tendrá más propiedades y nutrientes que un zumo con los mismos ingredientes provenientes de concentrados (puro azúcar).
Una buena educación alimentaria empieza en la familia, tal como apunta Román y es que, es muy frecuente escuchar a padres/madres diciendo que su hijo/a no ha probado el calabacín o el atún en sus 9 años de vida, que no les gustan las frutas o que, sólo come 4 cosas contadas porque “es muy tiquismiquis”, los niños ya sabemos que son como esponjas, y van a absorber y a repetir lo que ven y dicen sus padres o entorno familiar.
Si tú como adulto, tienes costumbre de beber refrescos en la comida, no sueles comer verduras ni fruta o, vas siempre con prisa y acabas desayunando bollería, el niño va a repetir lo que ve en casa y es que, es con nuestro ejemplo cómo ellos se relacionan con la comida.
Los adultos a menudo proyectamos en los hijos nuestras creencias y miedos inconscientes sobre la alimentación, te doy un ejemplo, están en casa la tía, el padre y el niño, la tía quiere darle unos trozos de fruta al niño porque éste la mira embelesado y le pide que le de, el padre responde: no le des porque no le gusta la fruta y es muy pequeño, se puede atragantar…En esta situación, el niño de forma natural e intuitiva quiere unos trozos de fruta sin embargo, el padre dice que no porque a él no le gusta y tiene miedo de que se pueda atragantar por lo que lo proyecta en el niño.
Como este caso tenemos muchos a lo largo del día y es que, los adultos normalmente entre tantas ocupaciones y tareas, van en piloto automático y dan a los niños soluciones “sencillas pero poco saludables”, dar una cena basada por ejemplo en varitas de merluza precocinada con ketchup y un refresco para cenar no es la mejor opción para nuestros niños ni la más saludable porque aunque pensemos que es algo rápido, se tarda el mismo tiempo en preparar un pescado fresco a la sartén con verdura y un rico aderezo. Si priorizamos la comida real, la que comían nuestros abuelos, cuando aún no existían las comidas precocinadas, ni cargadas de saborizantes, endulzantes y otros aditivos, es más fácil que el niño adapte el paladar a comida natural y desee probar alimentos nuevos.
De hecho el movimiento de BLW (Baby Lead Weaning) también conocido como “alimentación autorregulada” es una forma de introducir a los bebés en la alimentación de forma natural.
Esta forma de ofrecer el alimento a los bebés en forma de alimentos blandos saludables hace que, a través de la participación de la familia, el pequeño escoja qué y cuánto comerá de cada alimento llevando sus manos a la boca de forma intuitiva. Es una muy buena manera bajo mi punto de vista, de ofrecer una alimentación saludable y variada además de establecer una buena relación con la comida desde pequeños así como la implicación de la familia.
¿Qué les doy de comer?
Nuestros hijos se irán acostumbrando a llevar una dieta más sana y, cuando les ofrezcamos esas comidas no saludables en un futuro ya no las querrán y echarán de menos sus comidas caseras y reales.
Éste nuevo estilo de vida es una enseñanza que lleva su tiempo el que se establezca en la familia, pero es siempre, claro está, ¡posible!.
La otra cara de la moneda, son casos de niños que siguen la dieta de sus padres, o mejor dicho padres que quieren que sus hijos sigan sus dietas restrictivas. Piensan que si les funcionan a ellos, ¿Por qué no a sus hijos?
Nuestros hijos son otras personas, con otras necesidades y en edades de crecimiento. Si queremos que nuestros hijos lleven una dieta vegana para evitar sacrificar a los animales, piensen que si lo hacen sin conocimiento y sin ayuda de un profesional, pueden sacrificar la salud de su hijo.
Al igual con dietas cetogénicas estrictas, las cuales tienen que estar supervisadas por un profesional al poder afectar al crecimiento del niño, ya que excluye los carbohidratos de su alimentación.
Los niños no necesitan hacer dieta, necesitan (desde su libertad) aprender a comer alimentos reales, que vayan a la granja y al huerto y sepan qué son las hortalizas, las verduras y las frutas, que las toquen, las huelan y que sepan qué beneficios les aportan.
Si involucramos a los niños a cocinar con nosotros, aparte de hacerlos independientes en la organización de la mesa y que aprendan a tener responsabilidades, también disfrutarán del tiempo y del cariño que pasan con sus padres/tutores y sobre todo, se divertirán comiendo un plato que (tú quizás pensaste que no se comería) han hecho ellos mismos, ayudándoles así también a reforzar su autoestima al verse capaces de cocinar ellos mismos, comidas tan ricas.
La información contenida en esta página web sólo tiene fines educativos y, no tiene la intención de diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad. Consulta a tu médico antes de realizar cualquier cambio en tu dieta o modificación en tu tratamiento.